Soy Licenciada en Administración Industrial egresada de UPIICSA, escuela perteneciente del Instituto Politécnico Nacional, desde hace 26 años, como estaban los trámites de que me casaba, procuré titularme, obteniendo el título, hace 25 años, una vez titulada inmediatamente ingresé a trabajar en la Contraloría General de la Federación, me casé y a los 6 meses quedé embarazada de mi hijo Tomás, embarazo de alto riesgo que tuve que solicitar licencia, mientras tanto empecé a estudiar una maestría en Administración Industrial en la misma escuela de egreso, cursando el propedéutico, misma que por una mala jugada del destino, el profesor de estadística se equivocó en asentar mi calificación, que después de tener 10 de promedio me asentó W de ausente, por tal motivo me dieron de baja en la maestría.
Entonces me dediqué a cuidar a mi hijo, pero también por una jugada del destino, donde el padre de mis hijos (me expresó así de él pues ya nos divorciamos), siempre que le solicitaba dinero nunca tenía, y como no quería que mi hijo sufriera carencias como yo las tuve, solicité la reinstalación en la Contraloría y fue precisamente cuando empezaron en el gobierno a congelar las plazas, motivo por el cual no me pude reinstalarme. No me di por vencida y mi hermano Martín, me dijo que fuera a Dirección General del Colegio de Bachilleres de la zona metropolitana, a meter mi solicitud pues había en el plantel 12 vacantes para profesor, no me gustó la idea pero dice por mientras, aunque rogaba que no se hiciera pues yo deseada estar en una oficina. Y que me van llamando pues había vacantes para mi área de Administración, desconocía la ubicación del plantel, y mi hermano Martín me llevó para entrevistarme con el Jefe de Materia, el Licenciado Mariano Robles, le gustó mi curriculum vitae e inmediatamente me dijo “se queda a dar clases e inicia mañana mismo”. Me entregó los programas, me quedé sorprendida pues de la noche a la mañana tenía que presentarme con alumnos adolescentes y sin saber manejar el programa, revisé el programa no se me hicieron desconocidas las unidades afortunadamente en la escuela superior tuve a una buena profesora que me enseñó todo lo relativo a Recursos Humanos, pero dudaba de mi capacidad para manejar adolescentes. Acostumbrada a estar con mi hijo, y dejarlo en las mañanas se me hacía una eternidad, y a medio semestre le indiqué a mi jefe que dejaba el trabajo, me preguntó porque le dije que extrañaba a mi hijo y él me respondió “no deje el trabajo, se va a realizar como mujer pero como profesionista no, solo deja a su hijo por las mañanas, las tardes las tiene para estar con él”, me quedé callada, analicé la situación y vi que tenía razón, le indiqué que me quedaba. Así es como inicié mi carrera de profesor.
En la actualidad he observado y sentido que al profesor, los jóvenes nos ven como un enemigo, pues nos trasladan como los padres que en forma constante les están llamando la atención y corrigiendo sus errores, y desde este punto de vista ponen su barrera. No es el caso de todos existen alumnos que nos ven como sus orientadores en sus problemas, dado que los escuchamos y los guiamos en la solución de sus problemas que para nosotros son fáciles pero para ellos son el fin del mundo. Aunque el profesor no debe estar dentro de éste rol, pero el ambiente hace que nos involucremos en estas actividades digo de “padres suplentes”. Pienso que nuestro papel es de facilitador del proceso de enseñanza-aprendizaje, el cual siempre busco dentro de mis clases e inclusive al inicio del semestre les ofrezco mi apoyo pero fuera del horario de clases.
El estar en la educación medio superior, es para un reto dado que estamos tratando con alumnos que no son niños pero tampoco son adultos, y semestre a semestre los jóvenes llegan con muchas carencias, pues casi el 90% son hijos de padres divorciados o en proceso de divorcio, volviéndose muy activo o muy pasivos, con fuertes procesos de baja autoestima. Otros viven con sus abuelos con las mismas carencias de autoestima, muy pocos soy hijos de madres solteras. Con este desequilibrio, es que indico que es un reto lograr que el proceso de enseñanza-aprendizaje sea satisfactorio al 100%.
Mi satisfacción como profesor es que cuando me encuentro a alumnos egresados, me dan las gracias cuando están trabajando o estudiando en la superior, eso me llena de orgullo dado que se acuerdan de lo que les digo cuando están en mis clases: “estos conocimientos que les regalo hoy, les va a servir para el día de mañana ya sea si van a trabajar o si continúan con sus estudios”. Además de que siempre los hice trabajar mucho en el semestre. Aunque existen algunos que no quieren saber de mí, precisamente porque les hago trabajar mucho en mis clases.
La insatisfacción como profesor es como la de muchos de mis compañeros: el pago. Este es bajo, sin embargo siempre agradezco a la institución, que aunque sea poco, ese poco me ha dado para dar de comer a mis hijos y a mí, me ha dado para poseer algunos bienes y que a la fecha me permite sostener la carrera de mis dos hijos, Tomasito que está estudiando medicina y Alejandro que está estudiando licenciatura en informática.